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Si bien existen muchos métodos extraños para predecir las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos, una panadería de Ohio realmente se lleva el premio.

Busken Bakery, una empresa familiar que se dedica a la panadería desde hace casi 100 años, vuelve a predecir los resultados de las próximas elecciones contando las ventas de galletas con caricaturas de las caras de los candidatos presidenciales.

«Históricamente, hemos estado haciendo una encuesta de galletas durante 40 años», dijo Dan Busken, presidente y director ejecutivo de Busken Bakery.

Agregó: «Lo bueno de esto es que hemos acertado en nueve de cada diez elecciones en los últimos 40 años. Por lo tanto, tenemos un historial bastante bueno de nuestros clientes prediciendo quién será el próximo presidente».

El único año en el que se equivocaron fue la victoria del demócrata Joe Biden en 2020, aunque el expresidente republicano Donald Trump y sus partidarios podrían decir que la panadería tenía razón, ya que afirma que hubo fraude.

Este año, a 1 de noviembre, Trump lleva la delantera con 30.943 galletas frente a la vicepresidente Kamala Harris con 11.960. El voto independiente, que se representa con una carita sonriente amarilla, ha vendido 2.159.

Sin embargo, Busken reconoce que la predicción de este año pueda estar alterada.

«Elon (Musk) retuiteó un artículo sobre nuestra encuesta sobre las galletas e inmediatamente comenzamos a enviar galletas Trump en cantidades de cientos o más a todo el país. Así que ese pequeño tuit sin duda ha distorsionado los resultados este año más que cualquier otra encuesta sobre las galletas», dijo Busken.

«Pero como propietario, ya sabes, lo acepto. Las ventas de galletas están en alza y eso es emocionante, independientemente de quién compre qué candidato», agregó.

Más allá de eso, cabe resaltar de que antes de que Musk retuiteara la nota, el pronóstico de la panadería también favorecía a Trump.

 
 
 
 FUENTE: TIERRA PURA

La administración Biden-Harris ha comenzado a autorizar el uso de “vacunas de ADN” en el suministro de alimentos de Estados Unidos, según informes.

La bomba fue revelada por el abogado de Ohio, Tom Renz.

Renz expuso al Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) de la administración Biden-Harris por autorizar el uso de vacunas de ADN mortales en los alimentos.

El USDA había dado previamente luz verde para que el salmón fuera vacunado con los últimos químicos de ARNm.

Sin embargo, este último plan plantea preocupaciones mucho mayores.

Al autorizar las vacunas de ADN, el USDA está permitiendo que se administren productos químicos farmacéuticos aún más cuestionables a los animales que las personas consumen como alimento.

Renz destacó un vídeo que muestra cómo se vacunan los peces destinados al suministro de alimentos.

“… las vacunas con veneno mortal de ARNm no fueron suficientes para la administración Biden-Harris”, señala Renz.

“Ellos y sus grandes socios farmacéuticos ahora están otorgando licencias para vacunas de ADN para su uso en nuestros alimentos”.

Renz compartió capturas de pantalla de dos documentos que muestran que estas vacunas de ADN han sido autorizadas por la administración Biden-Harris.

Los documentos muestran que las vacunas ya se están utilizando en el suministro de alimentos de Estados Unidos.

Sin embargo, la mayoría de los estadounidenses desconocen por completo que estas vacunas contaminan sus alimentos.

“Nuestro suministro de alimentos simplemente NO es seguro”, advierte Renz.

HAZ CLICK AQUÍ PARA VER EL VIDEO

La noticia llega en medio de un creciente impulso para vacunar al público en general sin obtener el consentimiento de las personas.

Como informó anteriormente Slay News , en mayo se expuso que el multimillonario Bill Gates era la fuerza impulsora detrás de una oscura organización que está presionando a los gobiernos para que comiencen a vacunar el suministro de alimentos para supuestamente “combatir el cambio climático”.

El cofundador de Microsoft ha estado canalizando silenciosamente grandes sumas de dinero a una empresa que busca vacunar a todas las vacas de los rebaños de ganado de todo el mundo que se destinan al suministro de alimentos.

Según un  informe  de Axios, Gates es el líder de un fondo de inversión detrás de ArkeaBio.

ArkeaBio es una compañía farmacéutica de Boston que está detrás de una nueva vacuna para ganado.

Según la empresa, la vacuna ayudará a reducir las emisiones globales de la ganadería y a “salvar al planeta” del “cambio climático”.

Además, un ganadero denunció recientemente los planes del gobierno federal de aumentar el suministro de alimentos de Estados Unidos con vacunas de ARNm, como informó Slay News .

En una entrevista, el ganadero reveló que los federales han estado experimentando con el ganado inyectándoles inyecciones de ARNm a los animales destinados al suministro de alimentos.

Hey le dijo al podcast “Real Business Owners” que el USDA de la administración Biden-Harris ha estado realizando ensayos secretos en animales.

Sin embargo, un gran porcentaje del ganado que recibió las inyecciones ha muerto.

“El USDA publicó un estudio sobre cerdos porque los cerdos fueron los primeros en ser probados con las vacunas de ARNm”, reveló.

“Hicieron una prueba con 500 cerdos.

“En las primeras semanas murieron alrededor de 100 de ellos”.

“Analizaron los cerdos después de que murieron”, añadió.

“Todavía encontraban rastros de la vacuna dentro de la carne”.

Gates y otros grupos globalistas no electos, como el  Foro Económico Mundial  (WEF) y las  Naciones Unidas  (ONU), afirman que el metano de las vacas es uno de los principales contribuyentes a la llamada “crisis climática”.

En los últimos años, Gates, el WEF y la ONU han estado demonizando la industria agrícola al tiempo que piden  límites , o  incluso prohibiciones , al consumo general de  carne y productos lácteos por parte del público .

El Foro Económico Mundial, la ONU y los políticos de la agenda verde argumentan que los gases metano del ganado, o “ pedos de vaca ”, causan el “calentamiento global”.

Los globalistas argumentan que vacunar al ganado “salvará al planeta” del “cambio climático” al suprimir los pedos de las vacas para reducir las emisiones de metano.

 
 
 
 
FUENTE: TIERRA PURA

¿Recuerdan cuando ‘1984’ y otras novelas eran del género ficción distópica? Volvamos con la imaginación a esos años y situados en esa época, cuando el 2000 o el 2020 parecían ya no solo fechas sino números lejanos, intentamos vislumbrar ese mundo futuro. Siguiendo la saga distópica, imaginamos que en ese mundo el pensamiento único es endiosado, la diferencia condenada y perseguida y el narcisismo no solo es normalizado, sino celebrado; una cultura global en la que el egoísmo, la autorreferencia y autopromoción ya son virtudes, y la empatía es una idea lejana y de alguna manera una palabra vacía de contenido y secretamente objeto de sorna. Un mundo donde la gente se comunica por redes sociales virtuales, en las que nada es real y comprobable sino un caleidoscopio de imágenes ilusorias, que se toman como reales y se nos trata de imponer como tales, que constituyen y alimentan un ciclo interminable de la auto-adulación, auto-observación, vanidad y desprecio por lo que no refleje esa imagen y también su consecuente violencia. 
Así, en este “nuevo orden”, en realidad en la nueva construcción mental, esquema cognitivo o ‘mindset’, la violencia no solo es aceptada, sino que valorada, y se convierte en la moneda para demostrar la valía y el bien supremo: alcanzar la fama. El comportamiento contrario, el diálogo o la búsqueda de acuerdos, por ejemplo, es signo de debilidad y de escaso valor en el mercado del brillo narcisista. Las redes sociales creadas a tal fin, amplifican este comportamiento, recompensando y colocando en un lugar de nota, visibilizando, a quienes exhiben desprecio, dominación y crueldad. Así, quien demuestre esas “virtudes” para el nuevo sistema, conseguirá más visualizaciones e inevitablemente demostrará a los demás que ese es el camino para ser observado, ser tenido en cuenta. En el fondo, el único valor de mercado es ser objeto de la mirada del otro. Cualquier crítica a esto sufrirá las consecuencias: el descrédito, la adjetivación y la acusación del peor de los pecados “no existir”, es claro que para lo que importa: para las redes sociales. Esa moderna forma de destierro debe ser evitada a toda costa, ya que si se consiguen en una búsqueda frenética las visualizaciones, los “me gusta”, inclusive las críticas de quienes no entienden el nuevo orden, todo eso genera el premio del impacto por encima de la sustancia. No es lo que expreso, lo que digo, sino cómo, y ese cómo debe ser disruptivo y particularmente auto centrado y violento.
En estos días veía un grupo de jóvenes que, en razón de una orientación aparentemente política, se permitían expresar abiertamente una obscena demostración de aquello que eventualmente debían controlar: la agresividad, la ira, el desprecio por el otro, la autorreferencia, etcétera. 
Al ser cuestionados o tan siquiera preguntados por la razón de esos comportamientos o si entendían las consecuencias de éstos, desarrollaban un discurso que estaba centrado en ellos mismos y giraba en un radio que no excedía a su propia existencia virtual, sin siquiera tomar en consideración la de otros en el mismo sistema ya que importaba exponer de manera cuanto más impúdica mejor su falta total de empatía. Al final de cada uno de los vociferantes soliloquios, quedaba en claro que era una competición para demostrar quién despreciaba más a quien estaba fuera del microsistema de él o ella misma o eventualmente en su imagen virtual, alguien que corroborara 100% su pensamiento.
En un contexto que en apariencia se desea definitivamente cambiar, esto era una clara manifestación de la expresión de una forma disfuncional de expresar la propia personalidad. Uno de los personajes demostraba odio y directamente repugnancia a su ocasional compañero de set televisivo, en una extraña parodia de comportamiento de la realeza del siglo XVII. La fórmula era que era “abierto y sincero” y al ser expuesto al hecho que la misma podía recibir una respuesta idéntica, pero de signo contrario, ahí sí mirándose en el espejo, no dudaba de tildar al otro de violento, intolerante, fanático, etcétera, es decir ahí sí podía verse, en el espejo del otro ignorado.

La Era del Narcisismo: la sociedad de la auto obsesión

El narcisismo tal como lo estudiábamos hace décadas era en un contexto individual, disfuncional, pero en este nuevo orden mundial ya no es solo un rasgo de personalidad, sino la base de los valores sociales valorados. El éxito se mide en la espectacularidad y lo chocante del comportamiento que dará mayor visualización, que los medios tradicionales en particular los visuales, fomentan, ya que buscan en definitiva lo mismo. En un caso se llamará rating y asegurará la permanencia de ese programa, en el otro, seguidores, interacciones, likes, etcétera. 
Esta sociedad entre los medios y esos personajes se nutre mutuamente y así tienden a la combustión cada vez más rápida de ambos. Los personajes y los programas son cada vez más efímeros, pero esa rapidez, ese cambio, también sostiene el sistema de imágenes. Lo que permanece es el culto al individualismo, la autopromoción, la vanidad y la competencia por atención. 
Es claro que, en una sociedad moldeada por estos principios, el bienestar colectivo, la compasión y el altruismo son absurdas reliquias del pasado, que son reemplazados por un enfoque constante en uno mismo y dignas del desprecio y escarnio. Lo viejo ya no es una edad, sino algo que no es nuevo, y por ende se autoextingue al momento de su aparición. 
Desde ese momento la lucha por la subsistencia se basa en la producción de más y más eventos necesariamente espectaculares, que refieran a sí mismos. De todas maneras, la carrera está perdida de entrada, pero viven la ilusión de tiempo detenido.
En este entorno se cultiva una especie de ceguera social; la empatía debe ser ridiculizada como una debilidad, y las personas que se insensibilizan al sufrimiento de los demás, son extraños sujetos de una especie inferior. Así la reciprocidad no existe, o en realidad sí, pero imaginan que no reciben las consecuencias de sus actos, escondidos detrás de su auto observación. Las relaciones son acordes al signo de los tiempos, transaccionales, y en ese contexto la gente se relaciona solo con aquellos que pueden elevar su estatus o incrementar su influencia, que pueden “servir” de algo, en resumen. Las relaciones pierden profundidad, y hay que situarse en círculos en so cuales uno pueda obtener algo y cada conexión se fundamenta en una intención egoísta. Todo esto sostenido por una pseudo filosofía de autosuperación: hay que estar con personas mejores que uno, sin personas tóxicas, lo cual parece en su enunciado razonable, pero en la aplicación validan el narcicismo.
En ese mundo narcisista (parece un relato de historieta y quizás lo sea), la violencia encuentra un terreno absolutamente abonado para florecer sin límites. La crueldad, la frialdad, particularmente si es demostrada a una edad temprana es prueba de pertenencia a ese mundo que los “refrentes o influenciadores” señalan el camino. La violencia es una forma de proyectar poder o ganar estatus y captar la atención.  Reflexionar, retroceder en la observación de los errores, es una grave falla de personalidad y una debilidad que debe y será castigada. 
En la época de la pandemia ignotos profesionales desacreditaban inclusive a ganadores del premio nobel, y así recibían el premio de la nueva exposición. Eso les demostraba que la siguiente vez, no había que ser fiel a los datos concretos sino a la respuesta absurda, así morirían miles de millones, los cadáveres estarían por las calles, etcétera, recibía mayor exposición, más premio, que otro citando datos concretos. Así, la violencia no solo queda impune, sino que se celebra como entretenimiento. La realidad es menos brillante y aburrida que un delirio cuanto más absurdo mejor.
Esa violencia dialéctica, lógica que destruye el psiquismo ya no resulta impactante o vergonzosa, sino que es el valor esperado, y a su vez escalón previo a que la misma escale a niveles de lo concreto, a lo cual lamentablemente llega. 
Una muestra es la generación de contenidos virtuales en redes que buscan el santo grial de ser virales. Para ello esos contenidos deben llegar a extremos absurdos de las formas más crudas de agresión, explotando tanto a las víctimas como a los agresores, sin que estos últimos lo perciban, en un ciclo constante de consumo. Así la violencia logra un efecto de insensibilización y se convierte en parte de la vida diaria, un ruido de fondo constante y lógico, que debe ser normalizado y entendido como signo de los tiempos.  En este contexto las plataformas teóricamente diseñadas para conectar personas sirven en cambio como amplificadores de los peores aspectos del comportamiento humano. Cada acto de vanidad, enfrentamiento violento o declaraciones absurdas o insultantes queda documentado y compartido para el consumo masivo, en principio con sorna, luego imperceptiblemente como instalación de un nuevo orden mental. Por otro lado, medios y algoritmos priorizan el contenido controvertido, o extremo, en función claro está de normativas ideológicas, recompensando a estos usuarios con mayor visibilidad, interacción y diciéndoles que en realidad existen, cuando no es el caso. Eco, la realidad, llama de fondo, pero la imagen reflejada en el estanque nos paraliza en la auto admiración narcisista.
Pero el sistema debe mantenerse y así un personaje repetía una semana después de ocurrido su incidente y en el mismo programa otro, días más tarde, exigía la instalación del suyo. La subsistencia está dada por la espectacularidad. En un momento para sostenerla el primero aumenta la apuesta diciendo que podría haber sido asesinado, y viendo que el argumento no generaba más atención, refiere indirectamente al suicidio. En medio, otra persona, intenta capturar la atención diciendo que no le importa nada el destino de desempleados o gente que no llega a fin de mes.
En esta sociedad la conexión humana y la empatía han desaparecido o en realidad se busca que sean sinónimo de una falla de carácter. La ecuación se ha invertido. Las personas dejan de verse unas a otras como individuos con emociones y valor intrínseco y en cambio, se convierten en objetos para ser usados en beneficio propio.
Pero esa satisfacción inmediata narcisista, ya se nos contaba desde el origen del mito, no termina bien, ni siquiera para quien decide ser el centro del mundo, en realidad especialmente para él. Las consecuencias son profundas a nivel individual y social. Las enfermedades mentales aumentan, pero son descartadas como debilidades a ser explotadas en lugar de asistidas. La búsqueda constante de validación lleva a ciclos de fluctuaciones emocionales interminables característicos de esas patologías del vacío, sentimientos de inutilidad opuesto a momentos de expansión sin límites, ansiedad, depresión, cuadros similares a los maníacos, etcétera, en realidad nada que no exprese la volatilidad del mundo de la fantasía. No es casual que esto lleva a la automedicación a las drogas, al alcohol, etcétera. En el horizonte empiezan a vislumbrar el demonio, la sombra, a la cual se le ha vendido el alma y que está dispuesto a recobrar su paga, que no es otra que la soledad, el aislamiento, y eso lleva a una mayor desesperación y necesidad de aturdimiento.
Este sistema no comenzó hoy, sino que bien desde hace décadas, aún muy previas a los sistemas informáticos inclusive, no solo las redes sociales. Un mundo poblado por una suma de individuos, separados es fácilmente influenciable y genera voraces consumidores de lo que sea. La bondad, la colaboración, la empatía, la compasión, son palabras en desuso y ridiculizables y en todo caso inaplicables, solo vale la crueldad y la vanidad que no solo son aceptables, sino esenciales para el éxito. La exposición constante a contenido violento va moldeando la visión del mundo de las nuevas generaciones, generando la sensación de normalidad. La memoria encapsulada en la cual una persona solo conozca lo que pasó alrededor suyo y lo movilice y en un período muy escaso de tiempo, permite la ilusión de recorte temporal. Algo ocurrido hace algunos años, no vale porque esa persona asegura que en ese momento estaba en la primaria. Es decir, el mundo existe en la medida de haber sido captado por mi psiquismo, generando así un recorte cada vez mayor. La memoria es delegada en otro.
En este cambio de orden, de signo de los tiempos todo parece indicar que solo queda ceder ante lo que se nos propone o quizás en realidad impone en medios de difusión masiva y redes sociales. Sin embargo, el comenzar a revalorizar la empatía, la cultura de la existencia del otro, entender que somos partes de un todo y que por ende la concepción individualista es ilusoria cuando no delirante y que el colapso social crece a medida que los individuos priorizan su propio avance sobre el bien colectivo.
Redefinir cuál es el objetivo de la existencia en cada uno, pero fomentar otros valores desde los medios, redefinir el concepto de éxito, puede ser también un rol de redes sociales, es claro no conseguirán otros objetivos más tendientes a la dominación de las masas.
En una entrevista póstuma que se realiza a Orwell el imagina al futuro “como una bota que pisotea la propia cara”, agrega como conclusión que “la moraleja a extraer es simple no dejes que eso ocurra, depende (solo) de ti.”
El estado anímico de Orwell, Blair en realidad, el momento de su vida y el momento histórico que vivía era particular, el mundo estaba en guerra, pronto el moriría. Pero quizás su mensaje aparentemente pesimista llevaba oculto uno muy positivo, y es el mismo que en la actualidad: se nos trata de imponer una realidad y convencernos que todo está perdido, que no hay nada que hacer y que este nuevo orden ya está instalado en el que el egoísmo, el narcisismo, la tríada negra de personalidad, está irremediablemente instalada. En definitiva, que nos atrape el desánimo y la impotencia, pero en realidad es mayoría la gente que comulga con los mismos valores de siempre, con nuestros errores, pero que repudian eso que se nos dice que es nuestro destino irremediable, pero no es así.
Quizás sometidos por el poder de los medios subestimamos nuestras propias posibilidades de salir de esa ilusión que se nos intenta implantar, salir de esa construcción, de ese orden, puede ser el imperativo moral del momento, sabiendo que no solo no estamos solos, sino que el remedio es salir del enclaustramiento de la comunicación mediática y virtual y volver a la comunión con el otro.

 
 
 
 
FUENTE: TIERRA PURA

¿Recuerdan cuando ‘1984’ y otras novelas eran del género ficción distópica? Volvamos con la imaginación a esos años y situados en esa época, cuando el 2000 o el 2020 parecían ya no solo fechas sino números lejanos, intentamos vislumbrar ese mundo futuro. Siguiendo la saga distópica, imaginamos que en ese mundo el pensamiento único es endiosado, la diferencia condenada y perseguida y el narcisismo no solo es normalizado, sino celebrado; una cultura global en la que el egoísmo, la autorreferencia y autopromoción ya son virtudes, y la empatía es una idea lejana y de alguna manera una palabra vacía de contenido y secretamente objeto de sorna. Un mundo donde la gente se comunica por redes sociales virtuales, en las que nada es real y comprobable sino un caleidoscopio de imágenes ilusorias, que se toman como reales y se nos trata de imponer como tales, que constituyen y alimentan un ciclo interminable de la auto-adulación, auto-observación, vanidad y desprecio por lo que no refleje esa imagen y también su consecuente violencia. 
Así, en este “nuevo orden”, en realidad en la nueva construcción mental, esquema cognitivo o ‘mindset’, la violencia no solo es aceptada, sino que valorada, y se convierte en la moneda para demostrar la valía y el bien supremo: alcanzar la fama. El comportamiento contrario, el diálogo o la búsqueda de acuerdos, por ejemplo, es signo de debilidad y de escaso valor en el mercado del brillo narcisista. Las redes sociales creadas a tal fin, amplifican este comportamiento, recompensando y colocando en un lugar de nota, visibilizando, a quienes exhiben desprecio, dominación y crueldad. Así, quien demuestre esas “virtudes” para el nuevo sistema, conseguirá más visualizaciones e inevitablemente demostrará a los demás que ese es el camino para ser observado, ser tenido en cuenta. En el fondo, el único valor de mercado es ser objeto de la mirada del otro. Cualquier crítica a esto sufrirá las consecuencias: el descrédito, la adjetivación y la acusación del peor de los pecados “no existir”, es claro que para lo que importa: para las redes sociales. Esa moderna forma de destierro debe ser evitada a toda costa, ya que si se consiguen en una búsqueda frenética las visualizaciones, los “me gusta”, inclusive las críticas de quienes no entienden el nuevo orden, todo eso genera el premio del impacto por encima de la sustancia. No es lo que expreso, lo que digo, sino cómo, y ese cómo debe ser disruptivo y particularmente auto centrado y violento.
En estos días veía un grupo de jóvenes que, en razón de una orientación aparentemente política, se permitían expresar abiertamente una obscena demostración de aquello que eventualmente debían controlar: la agresividad, la ira, el desprecio por el otro, la autorreferencia, etcétera. 
Al ser cuestionados o tan siquiera preguntados por la razón de esos comportamientos o si entendían las consecuencias de éstos, desarrollaban un discurso que estaba centrado en ellos mismos y giraba en un radio que no excedía a su propia existencia virtual, sin siquiera tomar en consideración la de otros en el mismo sistema ya que importaba exponer de manera cuanto más impúdica mejor su falta total de empatía. Al final de cada uno de los vociferantes soliloquios, quedaba en claro que era una competición para demostrar quién despreciaba más a quien estaba fuera del microsistema de él o ella misma o eventualmente en su imagen virtual, alguien que corroborara 100% su pensamiento.
En un contexto que en apariencia se desea definitivamente cambiar, esto era una clara manifestación de la expresión de una forma disfuncional de expresar la propia personalidad. Uno de los personajes demostraba odio y directamente repugnancia a su ocasional compañero de set televisivo, en una extraña parodia de comportamiento de la realeza del siglo XVII. La fórmula era que era “abierto y sincero” y al ser expuesto al hecho que la misma podía recibir una respuesta idéntica, pero de signo contrario, ahí sí mirándose en el espejo, no dudaba de tildar al otro de violento, intolerante, fanático, etcétera, es decir ahí sí podía verse, en el espejo del otro ignorado.

La Era del Narcisismo: la sociedad de la auto obsesión

El narcisismo tal como lo estudiábamos hace décadas era en un contexto individual, disfuncional, pero en este nuevo orden mundial ya no es solo un rasgo de personalidad, sino la base de los valores sociales valorados. El éxito se mide en la espectacularidad y lo chocante del comportamiento que dará mayor visualización, que los medios tradicionales en particular los visuales, fomentan, ya que buscan en definitiva lo mismo. En un caso se llamará rating y asegurará la permanencia de ese programa, en el otro, seguidores, interacciones, likes, etcétera. 
Esta sociedad entre los medios y esos personajes se nutre mutuamente y así tienden a la combustión cada vez más rápida de ambos. Los personajes y los programas son cada vez más efímeros, pero esa rapidez, ese cambio, también sostiene el sistema de imágenes. Lo que permanece es el culto al individualismo, la autopromoción, la vanidad y la competencia por atención. 
Es claro que, en una sociedad moldeada por estos principios, el bienestar colectivo, la compasión y el altruismo son absurdas reliquias del pasado, que son reemplazados por un enfoque constante en uno mismo y dignas del desprecio y escarnio. Lo viejo ya no es una edad, sino algo que no es nuevo, y por ende se autoextingue al momento de su aparición. 
Desde ese momento la lucha por la subsistencia se basa en la producción de más y más eventos necesariamente espectaculares, que refieran a sí mismos. De todas maneras, la carrera está perdida de entrada, pero viven la ilusión de tiempo detenido.
En este entorno se cultiva una especie de ceguera social; la empatía debe ser ridiculizada como una debilidad, y las personas que se insensibilizan al sufrimiento de los demás, son extraños sujetos de una especie inferior. Así la reciprocidad no existe, o en realidad sí, pero imaginan que no reciben las consecuencias de sus actos, escondidos detrás de su auto observación. Las relaciones son acordes al signo de los tiempos, transaccionales, y en ese contexto la gente se relaciona solo con aquellos que pueden elevar su estatus o incrementar su influencia, que pueden “servir” de algo, en resumen. Las relaciones pierden profundidad, y hay que situarse en círculos en so cuales uno pueda obtener algo y cada conexión se fundamenta en una intención egoísta. Todo esto sostenido por una pseudo filosofía de autosuperación: hay que estar con personas mejores que uno, sin personas tóxicas, lo cual parece en su enunciado razonable, pero en la aplicación validan el narcicismo.
En ese mundo narcisista (parece un relato de historieta y quizás lo sea), la violencia encuentra un terreno absolutamente abonado para florecer sin límites. La crueldad, la frialdad, particularmente si es demostrada a una edad temprana es prueba de pertenencia a ese mundo que los “refrentes o influenciadores” señalan el camino. La violencia es una forma de proyectar poder o ganar estatus y captar la atención.  Reflexionar, retroceder en la observación de los errores, es una grave falla de personalidad y una debilidad que debe y será castigada. 
En la época de la pandemia ignotos profesionales desacreditaban inclusive a ganadores del premio nobel, y así recibían el premio de la nueva exposición. Eso les demostraba que la siguiente vez, no había que ser fiel a los datos concretos sino a la respuesta absurda, así morirían miles de millones, los cadáveres estarían por las calles, etcétera, recibía mayor exposición, más premio, que otro citando datos concretos. Así, la violencia no solo queda impune, sino que se celebra como entretenimiento. La realidad es menos brillante y aburrida que un delirio cuanto más absurdo mejor.
Esa violencia dialéctica, lógica que destruye el psiquismo ya no resulta impactante o vergonzosa, sino que es el valor esperado, y a su vez escalón previo a que la misma escale a niveles de lo concreto, a lo cual lamentablemente llega. 
Una muestra es la generación de contenidos virtuales en redes que buscan el santo grial de ser virales. Para ello esos contenidos deben llegar a extremos absurdos de las formas más crudas de agresión, explotando tanto a las víctimas como a los agresores, sin que estos últimos lo perciban, en un ciclo constante de consumo. Así la violencia logra un efecto de insensibilización y se convierte en parte de la vida diaria, un ruido de fondo constante y lógico, que debe ser normalizado y entendido como signo de los tiempos.  En este contexto las plataformas teóricamente diseñadas para conectar personas sirven en cambio como amplificadores de los peores aspectos del comportamiento humano. Cada acto de vanidad, enfrentamiento violento o declaraciones absurdas o insultantes queda documentado y compartido para el consumo masivo, en principio con sorna, luego imperceptiblemente como instalación de un nuevo orden mental. Por otro lado, medios y algoritmos priorizan el contenido controvertido, o extremo, en función claro está de normativas ideológicas, recompensando a estos usuarios con mayor visibilidad, interacción y diciéndoles que en realidad existen, cuando no es el caso. Eco, la realidad, llama de fondo, pero la imagen reflejada en el estanque nos paraliza en la auto admiración narcisista.
Pero el sistema debe mantenerse y así un personaje repetía una semana después de ocurrido su incidente y en el mismo programa otro, días más tarde, exigía la instalación del suyo. La subsistencia está dada por la espectacularidad. En un momento para sostenerla el primero aumenta la apuesta diciendo que podría haber sido asesinado, y viendo que el argumento no generaba más atención, refiere indirectamente al suicidio. En medio, otra persona, intenta capturar la atención diciendo que no le importa nada el destino de desempleados o gente que no llega a fin de mes.
En esta sociedad la conexión humana y la empatía han desaparecido o en realidad se busca que sean sinónimo de una falla de carácter. La ecuación se ha invertido. Las personas dejan de verse unas a otras como individuos con emociones y valor intrínseco y en cambio, se convierten en objetos para ser usados en beneficio propio.
Pero esa satisfacción inmediata narcisista, ya se nos contaba desde el origen del mito, no termina bien, ni siquiera para quien decide ser el centro del mundo, en realidad especialmente para él. Las consecuencias son profundas a nivel individual y social. Las enfermedades mentales aumentan, pero son descartadas como debilidades a ser explotadas en lugar de asistidas. La búsqueda constante de validación lleva a ciclos de fluctuaciones emocionales interminables característicos de esas patologías del vacío, sentimientos de inutilidad opuesto a momentos de expansión sin límites, ansiedad, depresión, cuadros similares a los maníacos, etcétera, en realidad nada que no exprese la volatilidad del mundo de la fantasía. No es casual que esto lleva a la automedicación a las drogas, al alcohol, etcétera. En el horizonte empiezan a vislumbrar el demonio, la sombra, a la cual se le ha vendido el alma y que está dispuesto a recobrar su paga, que no es otra que la soledad, el aislamiento, y eso lleva a una mayor desesperación y necesidad de aturdimiento.
Este sistema no comenzó hoy, sino que bien desde hace décadas, aún muy previas a los sistemas informáticos inclusive, no solo las redes sociales. Un mundo poblado por una suma de individuos, separados es fácilmente influenciable y genera voraces consumidores de lo que sea. La bondad, la colaboración, la empatía, la compasión, son palabras en desuso y ridiculizables y en todo caso inaplicables, solo vale la crueldad y la vanidad que no solo son aceptables, sino esenciales para el éxito. La exposición constante a contenido violento va moldeando la visión del mundo de las nuevas generaciones, generando la sensación de normalidad. La memoria encapsulada en la cual una persona solo conozca lo que pasó alrededor suyo y lo movilice y en un período muy escaso de tiempo, permite la ilusión de recorte temporal. Algo ocurrido hace algunos años, no vale porque esa persona asegura que en ese momento estaba en la primaria. Es decir, el mundo existe en la medida de haber sido captado por mi psiquismo, generando así un recorte cada vez mayor. La memoria es delegada en otro.
En este cambio de orden, de signo de los tiempos todo parece indicar que solo queda ceder ante lo que se nos propone o quizás en realidad impone en medios de difusión masiva y redes sociales. Sin embargo, el comenzar a revalorizar la empatía, la cultura de la existencia del otro, entender que somos partes de un todo y que por ende la concepción individualista es ilusoria cuando no delirante y que el colapso social crece a medida que los individuos priorizan su propio avance sobre el bien colectivo.
Redefinir cuál es el objetivo de la existencia en cada uno, pero fomentar otros valores desde los medios, redefinir el concepto de éxito, puede ser también un rol de redes sociales, es claro no conseguirán otros objetivos más tendientes a la dominación de las masas.
En una entrevista póstuma que se realiza a Orwell el imagina al futuro “como una bota que pisotea la propia cara”, agrega como conclusión que “la moraleja a extraer es simple no dejes que eso ocurra, depende (solo) de ti.”
El estado anímico de Orwell, Blair en realidad, el momento de su vida y el momento histórico que vivía era particular, el mundo estaba en guerra, pronto el moriría. Pero quizás su mensaje aparentemente pesimista llevaba oculto uno muy positivo, y es el mismo que en la actualidad: se nos trata de imponer una realidad y convencernos que todo está perdido, que no hay nada que hacer y que este nuevo orden ya está instalado en el que el egoísmo, el narcisismo, la tríada negra de personalidad, está irremediablemente instalada. En definitiva, que nos atrape el desánimo y la impotencia, pero en realidad es mayoría la gente que comulga con los mismos valores de siempre, con nuestros errores, pero que repudian eso que se nos dice que es nuestro destino irremediable, pero no es así.
Quizás sometidos por el poder de los medios subestimamos nuestras propias posibilidades de salir de esa ilusión que se nos intenta implantar, salir de esa construcción, de ese orden, puede ser el imperativo moral del momento, sabiendo que no solo no estamos solos, sino que el remedio es salir del enclaustramiento de la comunicación mediática y virtual y volver a la comunión con el otro.

 
 
 
 
FUENTE: TIERRA PURA

¿Recuerdan cuando ‘1984’ y otras novelas eran del género ficción distópica? Volvamos con la imaginación a esos años y situados en esa época, cuando el 2000 o el 2020 parecían ya no solo fechas sino números lejanos, intentamos vislumbrar ese mundo futuro. Siguiendo la saga distópica, imaginamos que en ese mundo el pensamiento único es endiosado, la diferencia condenada y perseguida y el narcisismo no solo es normalizado, sino celebrado; una cultura global en la que el egoísmo, la autorreferencia y autopromoción ya son virtudes, y la empatía es una idea lejana y de alguna manera una palabra vacía de contenido y secretamente objeto de sorna. Un mundo donde la gente se comunica por redes sociales virtuales, en las que nada es real y comprobable sino un caleidoscopio de imágenes ilusorias, que se toman como reales y se nos trata de imponer como tales, que constituyen y alimentan un ciclo interminable de la auto-adulación, auto-observación, vanidad y desprecio por lo que no refleje esa imagen y también su consecuente violencia. 
Así, en este “nuevo orden”, en realidad en la nueva construcción mental, esquema cognitivo o ‘mindset’, la violencia no solo es aceptada, sino que valorada, y se convierte en la moneda para demostrar la valía y el bien supremo: alcanzar la fama. El comportamiento contrario, el diálogo o la búsqueda de acuerdos, por ejemplo, es signo de debilidad y de escaso valor en el mercado del brillo narcisista. Las redes sociales creadas a tal fin, amplifican este comportamiento, recompensando y colocando en un lugar de nota, visibilizando, a quienes exhiben desprecio, dominación y crueldad. Así, quien demuestre esas “virtudes” para el nuevo sistema, conseguirá más visualizaciones e inevitablemente demostrará a los demás que ese es el camino para ser observado, ser tenido en cuenta. En el fondo, el único valor de mercado es ser objeto de la mirada del otro. Cualquier crítica a esto sufrirá las consecuencias: el descrédito, la adjetivación y la acusación del peor de los pecados “no existir”, es claro que para lo que importa: para las redes sociales. Esa moderna forma de destierro debe ser evitada a toda costa, ya que si se consiguen en una búsqueda frenética las visualizaciones, los “me gusta”, inclusive las críticas de quienes no entienden el nuevo orden, todo eso genera el premio del impacto por encima de la sustancia. No es lo que expreso, lo que digo, sino cómo, y ese cómo debe ser disruptivo y particularmente auto centrado y violento.
En estos días veía un grupo de jóvenes que, en razón de una orientación aparentemente política, se permitían expresar abiertamente una obscena demostración de aquello que eventualmente debían controlar: la agresividad, la ira, el desprecio por el otro, la autorreferencia, etcétera. 
Al ser cuestionados o tan siquiera preguntados por la razón de esos comportamientos o si entendían las consecuencias de éstos, desarrollaban un discurso que estaba centrado en ellos mismos y giraba en un radio que no excedía a su propia existencia virtual, sin siquiera tomar en consideración la de otros en el mismo sistema ya que importaba exponer de manera cuanto más impúdica mejor su falta total de empatía. Al final de cada uno de los vociferantes soliloquios, quedaba en claro que era una competición para demostrar quién despreciaba más a quien estaba fuera del microsistema de él o ella misma o eventualmente en su imagen virtual, alguien que corroborara 100% su pensamiento.
En un contexto que en apariencia se desea definitivamente cambiar, esto era una clara manifestación de la expresión de una forma disfuncional de expresar la propia personalidad. Uno de los personajes demostraba odio y directamente repugnancia a su ocasional compañero de set televisivo, en una extraña parodia de comportamiento de la realeza del siglo XVII. La fórmula era que era “abierto y sincero” y al ser expuesto al hecho que la misma podía recibir una respuesta idéntica, pero de signo contrario, ahí sí mirándose en el espejo, no dudaba de tildar al otro de violento, intolerante, fanático, etcétera, es decir ahí sí podía verse, en el espejo del otro ignorado.

La Era del Narcisismo: la sociedad de la auto obsesión

El narcisismo tal como lo estudiábamos hace décadas era en un contexto individual, disfuncional, pero en este nuevo orden mundial ya no es solo un rasgo de personalidad, sino la base de los valores sociales valorados. El éxito se mide en la espectacularidad y lo chocante del comportamiento que dará mayor visualización, que los medios tradicionales en particular los visuales, fomentan, ya que buscan en definitiva lo mismo. En un caso se llamará rating y asegurará la permanencia de ese programa, en el otro, seguidores, interacciones, likes, etcétera. 
Esta sociedad entre los medios y esos personajes se nutre mutuamente y así tienden a la combustión cada vez más rápida de ambos. Los personajes y los programas son cada vez más efímeros, pero esa rapidez, ese cambio, también sostiene el sistema de imágenes. Lo que permanece es el culto al individualismo, la autopromoción, la vanidad y la competencia por atención. 
Es claro que, en una sociedad moldeada por estos principios, el bienestar colectivo, la compasión y el altruismo son absurdas reliquias del pasado, que son reemplazados por un enfoque constante en uno mismo y dignas del desprecio y escarnio. Lo viejo ya no es una edad, sino algo que no es nuevo, y por ende se autoextingue al momento de su aparición. 
Desde ese momento la lucha por la subsistencia se basa en la producción de más y más eventos necesariamente espectaculares, que refieran a sí mismos. De todas maneras, la carrera está perdida de entrada, pero viven la ilusión de tiempo detenido.
En este entorno se cultiva una especie de ceguera social; la empatía debe ser ridiculizada como una debilidad, y las personas que se insensibilizan al sufrimiento de los demás, son extraños sujetos de una especie inferior. Así la reciprocidad no existe, o en realidad sí, pero imaginan que no reciben las consecuencias de sus actos, escondidos detrás de su auto observación. Las relaciones son acordes al signo de los tiempos, transaccionales, y en ese contexto la gente se relaciona solo con aquellos que pueden elevar su estatus o incrementar su influencia, que pueden “servir” de algo, en resumen. Las relaciones pierden profundidad, y hay que situarse en círculos en so cuales uno pueda obtener algo y cada conexión se fundamenta en una intención egoísta. Todo esto sostenido por una pseudo filosofía de autosuperación: hay que estar con personas mejores que uno, sin personas tóxicas, lo cual parece en su enunciado razonable, pero en la aplicación validan el narcicismo.
En ese mundo narcisista (parece un relato de historieta y quizás lo sea), la violencia encuentra un terreno absolutamente abonado para florecer sin límites. La crueldad, la frialdad, particularmente si es demostrada a una edad temprana es prueba de pertenencia a ese mundo que los “refrentes o influenciadores” señalan el camino. La violencia es una forma de proyectar poder o ganar estatus y captar la atención.  Reflexionar, retroceder en la observación de los errores, es una grave falla de personalidad y una debilidad que debe y será castigada. 
En la época de la pandemia ignotos profesionales desacreditaban inclusive a ganadores del premio nobel, y así recibían el premio de la nueva exposición. Eso les demostraba que la siguiente vez, no había que ser fiel a los datos concretos sino a la respuesta absurda, así morirían miles de millones, los cadáveres estarían por las calles, etcétera, recibía mayor exposición, más premio, que otro citando datos concretos. Así, la violencia no solo queda impune, sino que se celebra como entretenimiento. La realidad es menos brillante y aburrida que un delirio cuanto más absurdo mejor.
Esa violencia dialéctica, lógica que destruye el psiquismo ya no resulta impactante o vergonzosa, sino que es el valor esperado, y a su vez escalón previo a que la misma escale a niveles de lo concreto, a lo cual lamentablemente llega. 
Una muestra es la generación de contenidos virtuales en redes que buscan el santo grial de ser virales. Para ello esos contenidos deben llegar a extremos absurdos de las formas más crudas de agresión, explotando tanto a las víctimas como a los agresores, sin que estos últimos lo perciban, en un ciclo constante de consumo. Así la violencia logra un efecto de insensibilización y se convierte en parte de la vida diaria, un ruido de fondo constante y lógico, que debe ser normalizado y entendido como signo de los tiempos.  En este contexto las plataformas teóricamente diseñadas para conectar personas sirven en cambio como amplificadores de los peores aspectos del comportamiento humano. Cada acto de vanidad, enfrentamiento violento o declaraciones absurdas o insultantes queda documentado y compartido para el consumo masivo, en principio con sorna, luego imperceptiblemente como instalación de un nuevo orden mental. Por otro lado, medios y algoritmos priorizan el contenido controvertido, o extremo, en función claro está de normativas ideológicas, recompensando a estos usuarios con mayor visibilidad, interacción y diciéndoles que en realidad existen, cuando no es el caso. Eco, la realidad, llama de fondo, pero la imagen reflejada en el estanque nos paraliza en la auto admiración narcisista.
Pero el sistema debe mantenerse y así un personaje repetía una semana después de ocurrido su incidente y en el mismo programa otro, días más tarde, exigía la instalación del suyo. La subsistencia está dada por la espectacularidad. En un momento para sostenerla el primero aumenta la apuesta diciendo que podría haber sido asesinado, y viendo que el argumento no generaba más atención, refiere indirectamente al suicidio. En medio, otra persona, intenta capturar la atención diciendo que no le importa nada el destino de desempleados o gente que no llega a fin de mes.
En esta sociedad la conexión humana y la empatía han desaparecido o en realidad se busca que sean sinónimo de una falla de carácter. La ecuación se ha invertido. Las personas dejan de verse unas a otras como individuos con emociones y valor intrínseco y en cambio, se convierten en objetos para ser usados en beneficio propio.
Pero esa satisfacción inmediata narcisista, ya se nos contaba desde el origen del mito, no termina bien, ni siquiera para quien decide ser el centro del mundo, en realidad especialmente para él. Las consecuencias son profundas a nivel individual y social. Las enfermedades mentales aumentan, pero son descartadas como debilidades a ser explotadas en lugar de asistidas. La búsqueda constante de validación lleva a ciclos de fluctuaciones emocionales interminables característicos de esas patologías del vacío, sentimientos de inutilidad opuesto a momentos de expansión sin límites, ansiedad, depresión, cuadros similares a los maníacos, etcétera, en realidad nada que no exprese la volatilidad del mundo de la fantasía. No es casual que esto lleva a la automedicación a las drogas, al alcohol, etcétera. En el horizonte empiezan a vislumbrar el demonio, la sombra, a la cual se le ha vendido el alma y que está dispuesto a recobrar su paga, que no es otra que la soledad, el aislamiento, y eso lleva a una mayor desesperación y necesidad de aturdimiento.
Este sistema no comenzó hoy, sino que bien desde hace décadas, aún muy previas a los sistemas informáticos inclusive, no solo las redes sociales. Un mundo poblado por una suma de individuos, separados es fácilmente influenciable y genera voraces consumidores de lo que sea. La bondad, la colaboración, la empatía, la compasión, son palabras en desuso y ridiculizables y en todo caso inaplicables, solo vale la crueldad y la vanidad que no solo son aceptables, sino esenciales para el éxito. La exposición constante a contenido violento va moldeando la visión del mundo de las nuevas generaciones, generando la sensación de normalidad. La memoria encapsulada en la cual una persona solo conozca lo que pasó alrededor suyo y lo movilice y en un período muy escaso de tiempo, permite la ilusión de recorte temporal. Algo ocurrido hace algunos años, no vale porque esa persona asegura que en ese momento estaba en la primaria. Es decir, el mundo existe en la medida de haber sido captado por mi psiquismo, generando así un recorte cada vez mayor. La memoria es delegada en otro.
En este cambio de orden, de signo de los tiempos todo parece indicar que solo queda ceder ante lo que se nos propone o quizás en realidad impone en medios de difusión masiva y redes sociales. Sin embargo, el comenzar a revalorizar la empatía, la cultura de la existencia del otro, entender que somos partes de un todo y que por ende la concepción individualista es ilusoria cuando no delirante y que el colapso social crece a medida que los individuos priorizan su propio avance sobre el bien colectivo.
Redefinir cuál es el objetivo de la existencia en cada uno, pero fomentar otros valores desde los medios, redefinir el concepto de éxito, puede ser también un rol de redes sociales, es claro no conseguirán otros objetivos más tendientes a la dominación de las masas.
En una entrevista póstuma que se realiza a Orwell el imagina al futuro “como una bota que pisotea la propia cara”, agrega como conclusión que “la moraleja a extraer es simple no dejes que eso ocurra, depende (solo) de ti.”
El estado anímico de Orwell, Blair en realidad, el momento de su vida y el momento histórico que vivía era particular, el mundo estaba en guerra, pronto el moriría. Pero quizás su mensaje aparentemente pesimista llevaba oculto uno muy positivo, y es el mismo que en la actualidad: se nos trata de imponer una realidad y convencernos que todo está perdido, que no hay nada que hacer y que este nuevo orden ya está instalado en el que el egoísmo, el narcisismo, la tríada negra de personalidad, está irremediablemente instalada. En definitiva, que nos atrape el desánimo y la impotencia, pero en realidad es mayoría la gente que comulga con los mismos valores de siempre, con nuestros errores, pero que repudian eso que se nos dice que es nuestro destino irremediable, pero no es así.
Quizás sometidos por el poder de los medios subestimamos nuestras propias posibilidades de salir de esa ilusión que se nos intenta implantar, salir de esa construcción, de ese orden, puede ser el imperativo moral del momento, sabiendo que no solo no estamos solos, sino que el remedio es salir del enclaustramiento de la comunicación mediática y virtual y volver a la comunión con el otro.

 
 
 
 
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Una elección presidencial como ninguna otra en la historia de Estados Unidos entra en su último día completo el lunes con Donald Trump, Kamala Harris y sus campañas luchando por conseguir seguidores para las urnas en una contienda que cada uno presenta como un momento existencial para Estados Unidos.

Incluso después de la asombrosa confusión de acontecimientos de los últimos meses, el electorado está dividido por la mitad, tanto a nivel nacional como en los siete estados en disputa que se espera que decidan el ganador el martes, aunque lo ajustado de la contienda significa que podrían pasar días hasta que surja un ganador. 

Trump, un republicano de 78 años, sobrevivió a dos intentos de asesinato, uno de ellos por milímetros, apenas unas semanas después de que un jurado de Nueva York -la ciudad cuyos tabloides lo elevaron por primera vez a la fama y notoriedad nacionales- lo convirtiera en el primer expresidente estadounidense en ser condenado por un delito grave.

Harris, de 60 años, fue catapultada a la cima de la lista demócrata en julio -lo que le dio la oportunidad de convertirse en la primera mujer en ocupar el cargo más poderoso del mundo- después de que el presidente Joe Biden, de 81 años, tuviera una actuación desastrosa en el debate y tres semanas después abandonara su candidatura a la reelección bajo la presión de su partido.

A pesar de toda esa agitación, los contornos de la carrera han cambiado poco. Las encuestas muestran que Harris y Trump están empatados a nivel nacional y en los estados en disputa. Más de 77 millones de votantes ya han emitido sus votos, pero los próximos dos días serán una prueba crítica para ver si la campaña de la vicepresidente Harris o la del expresidente Trump hacen un mejor trabajo a la hora de llevar a los partidarios a las urnas.

Los votantes, tanto demócratas como republicanos, han batido récords centenarios en las dos últimas elecciones presidenciales, una señal de la pasión que Trump despierta en ambos partidos políticos.

En los últimos días de esta campaña, ambos lados están inundando los sitios de redes sociales y las estaciones de radio y televisión con una última ronda de campañas publicitarias, y se apresuran a tocar puertas y hacer llamadas. 

El equipo de campaña de Harris cree que la magnitud de sus esfuerzos de movilización de votantes está marcando una diferencia y dice que sus voluntarios tocaron cientos de miles de puertas en cada uno de los estados en disputa este fin de semana. «Nos sentimos muy bien con respecto a dónde estamos ahora», dijo a los periodistas la directora de campaña, Jen O’Malley Dillon.

La campaña dice que sus datos internos muestran que los votantes indecisos se están inclinando a su favor, particularmente las mujeres en los estados en disputa, y que ven un aumento en la votación anticipada entre los sectores centrales de su coalición, incluidos los votantes jóvenes y los votantes de color.

La campaña de Trump tiene su propia operación interna de campaña, pero ha subcontratado efectivamente la mayor parte del trabajo a súper PAC externos, grupos políticos aliados que pueden recaudar y gastar sumas ilimitadas de dinero. 

Se han centrado más en contactar con votantes «de baja propensión», o votantes que a menudo no van a las urnas, en lugar de atraer a votantes centristas que pueden inclinarse hacia cualquier lado. 

Muchos en esta categoría son partidarios de Trump, pero normalmente no son votantes confiables.

Al seleccionar cuidadosamente a los votantes con los que quieren comunicarse, Trump y su equipo dicen que están enviando personas que llaman puerta a puerta a lugares donde hace una diferencia y que están siendo inteligentes en el gasto. 

Reclamos de fraude

Trump y sus aliados, que afirman que su derrota de 2020 fue resultado de un fraude, llevan meses advirtiendo que la transparencia electoral está en juego. El candidato republicano ha prometido que habrá una «retribución» para quienes vulneren el proceso electoral.

El domingo, Trump se quejó de los huecos en el vidrio a prueba de balas que lo rodeaba mientras hablaba en un mitin.

Harris, por su parte, ha calificado a su rival republicano como un peligro para la democracia, pero se mostró optimista el domingo en una iglesia de Detroit.

«Cuando viajo, veo a estadounidenses, desde los llamados estados rojos hasta los llamados estados azules, que están dispuestos a inclinar el arco de la historia hacia la justicia», dijo Harris. «Y lo bueno de vivir en una democracia, mientras podamos mantenerla, es que tenemos el poder, cada uno de nosotros, de responder a esa pregunta», añadió.

Sin embargo, una encuesta de Reuters/Ipsos de finales de octubre coincide con el resto de los sondeos en que la economía es la principal preocupación de los estadounidenses. Trump confía en que las preocupaciones sobre la economía y los altos precios, especialmente de los alimentos y el alquiler, lo llevarán a la Casa Blanca. 

«Vamos a reducir sus impuestos, acabar con la inflación, rebajar sus precios, aumentar sus salarios y traer miles de fábricas de vuelta a Estados Unidos», dijo Trump el domingo en un mitin al mediodía en Lititz, Pensilvania. 

Su último día de campaña, el lunes, incluirá paradas en tres de los siete estados en disputa que se espera determinen el ganador. Visitará Raleigh, Carolina del Norte; Reading y Pittsburgh en Pensilvania, y Grand Rapids, Michigan. Luego planea regresar a Palm Beach, Florida, para votar y esperar los resultados de las elecciones.

Harris planea pasar el lunes haciendo campaña en Pensilvania, comenzando el día en Allentown, una de las zonas más competitivas del estado, antes de dirigirse a Pittsburgh y Filadelfia.

Pensilvania es el premio más grande entre los estados en disputa, ya que ofrece 19 de los 270 votos del Colegio Electoral que un candidato necesita para ganar la presidencia.

Los analistas electorales estadounidenses no partidistas calculan que Harris necesita ganar alrededor de 45 votos electorales en los siete estados clave para ganar la Casa Blanca, mientras que Trump necesitaría alrededor de 51, teniendo en cuenta los estados en los que se prevé que ganen fácilmente.

Según el agregador de encuestas Real Clear Polling, el exmandatario lidera con más margen en Arizona (+5,6), Georgia (+2,3), Carolina del Norte (+1,5) y Nevada (+1), y más estrechamente en Pensilvania (+0,3). La actual vicepresidente ganaría de manera ajustada Wisconsin (+0,3) y Michigan (+0,6). Con estos resultados, Trump ganaría la elección al sumar 287 votos electorales (frente a 251 que cosecharía Harris).

 

FUENTE: TIERRA PURA

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